Publicado en Bandera Proletaria n° 1, 1° de septiembre de 1922, p. 1.
Surgida de un congreso agitado, lleno de calor y de convicciones, la Unión Sindical Argentina es la institución representativa de los anhelos e ideales del proletariado del país. El concepto de unidad, de solidaridad de clase, sin el cual no existe siquiera la posibilidad de mover una piedra del poderoso edificio capitalista, ha sido realizado por este organismo sindical. Combatido tenazmente en su misma cuna por todos los enemigos del trabajo y de los trabajadores, solo la vista penetrante de los elementos más conscientemente revolucionarios con su entereza y su fe inquebrantables, han podido salvar la montaña de intrigas, de calumnias, de difamaciones con que la clase enemiga ha querido detener la marcha del proletariado hacia su más completa e íntegra solidaridad.
Sin fuerzas, sin la organización de la agresión y la resistencia, no hay esperanzas de que ningún ideal deje de serlo, para llegar a constituirse en norma de la vida económica y social. Socialistas, comunistas, sindicalistas y anarquistas, todos coincidentes en una aspiración: el derrumbe del mundo capitalista, pueden y deben mantenerse unidos en el terreno sindical, formando un bloque capaz de contrarrestar la unidad de procedimientos y de propósitos a que ha arribado hace ya tiempo la burguesía. Y esa unidad, y esa organización, y esa fuerza, han de propiciarla con más ahínco, y más energía, quienes miren hacia el porvenir con más audacia, quienes posean con más sinceridad y amen más intensamente un ideal superior de convivencia social. La impotencia no genera la vida, sino la muerte; la división de los trabajadores, anulando su potencialidad combativa, entregándolos indefensos al arbitrio de la voluntad capitalista, termina por crear en el espíritu de los individuos y de las colectividades un fatalismo fatídico, que los incapacita para la comprensión de las grandes ideas redentoras.
La Unión Sindical Argentina, organizando la fuerza, lleva al seno de la clase trabajadora una esperanza, crea en ella un ambiente propicio a la prédica de los ideales y prepara la victoria futura de aquellos que mejor interpreten las necesidades de igualdad y de libertad que agitan a las muchedumbres contemporáneas. Nadie que no sea un equivocado, o un instrumento consciente del enemigo, o un hombre sin fe en sí mismo, sin confianza en los ideales que dice sustentar, puede dedicar sus energías a sembrar el marasmo entre los explotados, dividiéndolos sea en nombre de lo que fuere.
Antiestatal y antipolítica, la Unión Sindical Argentina responde a las pretensiones máximas de quienes sostienen la acción directa como la única capaz de dar por tierra con el régimen social que nos agobia. Es ese, por otra parte, el método específico de lucha que caracteriza a las organizaciones sindicales, y la repulsa de toda otra modalidad combativa dentro de las organizaciones obreras, es de una lógica recta e incontrovertible. Nuestro enemigo es el Estado y nuestro método característico de lucha es la acción directa. Ningún revolucionario de verdad puede rechazar esos dos postulados, salvo aquellos que se adjudican ese nombre aún cuando aceptan la colaboración y la reforma como actitudes concordantes con el principio de la lucha de clases. Admitido este principio en toda su amplitud y sacadas sus consecuencias, la acción directa y la enemiga a muerte contra el Estado, instrumento del capitalismo, adquieren los caracteres de verdaderos axiomas revolucionarios.
Fortalecidos los trabajadores, triunfantes en las luchas cotidianas por su mejoramiento, con capacidad bastante para hacerse respetar y temer de sus enemigos, la tendencia hacia su emancipación total se acentúa, la posibilidad de grandes realizaciones se afirma, los ideales creídos utópicos se tornan factibles y las minorías definidas y conscientes adquieren un valor de orientación y una fuerza dinámica suficiente a mover la masa organizada y aguerrida.
Contemplemos la obra nefasta y antirrevolucionaria de la división: huelgas perdidas, condiciones de vida inferiores y precarias, masacres impunes de trabajadores, aplastamiento del espíritu de lucha, descreimiento, escepticismo. ¿Es posible que en semejante medio puedan germinar ideas de redención, ideales emancipadores? Sólo el capitalismo y los simuladores de la idea pueden insinuar la eficacia de esa acción atomizadora del proletariado. Por eso el acto revolucionario de más trascendencia que hayan realizado los trabajadores del país en estos últimos tiempos, consistió en la creación de la Unión Sindical Argentina. Los resultados de este inmenso trabajo, al cual contribuyeron los militantes más sinceros y más inteligentes, aleccionados por la cruel e infame realidad capitalista, han de verse dentro de muy poco, cuando los resquemores y los odios fratricidas desaparezcan totalmente del campo gremial, y las agresiones del capitalismo se quiebren contra la férrea disciplina consciente del sindicalismo revolucionario.
Con ello se conseguirán dos cosas, eminentemente necesarias y moralizadoras: llevar a los trabajadores la confianza en sus fuerzas y acostumbrarlos a defender sus ideales con la tolerancia y la cultura que debe reinar entre miembros de una misma familia de explotados. Tolerancia, decimos, y no indiferencia: nadie que se haya formado un ideal de justicia social y humana, tiene por qué abandonar sus puntos de vista doctrinarios; sólo si ha de exigírsele que no confunda a un compañero de trabajo con un burgués, a un obrero con un enemigo de los trabajadores y de su causa. Sólo en esta forma han de educarse las masas para la revolución; sólo así el sindicato ha de capacitar a los trabajadores para regir sus propios destinos, con conciencia, con dignidad, llevando a su convencimiento de que tras la diferencia de ideales que los separan, existe un propósito de lucha contra el enemigo común que los obliga a permanecer unidos para la defensa de su bienestar y la conquista de su emancipación económica y social.
La Unión Sindical Argentina permanecerá firme en los principios que concreta su carta orgánica. “Bandera Proletaria”, su órgano oficial, responderá fielmente a los ideales que ha dado a nuestra institución, el congreso constituyente, cuyo mayor timbre de gloria consiste, precisamente, en lo que algunos supuestos hombres libres consideran timbre de deshonor: la discusión franca y libre de todos los ideales. Habiendo triunfado, por sobre todas las cosas la unidad, el proletariado ha dado una muestra de su disciplina y de su lealtad. Eso es lo primordial.
Trabajadores, hermanos: todos a la Unión Sindical Argentina. En ella está la fuerza que derribará al capitalismo y al Estado; institución eminentemente libertaria, la disciplina que ella reclama no exige de sus adherentes la declinación de sus doctrinas e ideales. Sólo exige espíritu de sacrificio en la lucha y fe en el porvenir, que ha de ser nuestro.