Declaración publicada en Bandera Proletaria n° 252, 6 de febrero de 1926, pág. 1
De frente al divisionismo
Creación de otra central de trabajadores, la Confederación Obrera Argentina (COA), de orientación socialista
El C. C. de la Unión Sindical Argentina consecuente con sus principios unificacionistas y ante el propósito manifestado por el Partido Socialista tendiente a la creación de una nueva central obrera, ha creído de ineludible dirigirse serenamente a todo el proletariado, para que éste, analizadas las desventajas que para la lucha significaría un mayor desmembramiento en las filas sindicales, se niegue terminantemente a secundar los planes anunciados por aquél, velando así por sus propios intereses y dando a los divisionistas una severa y merecida lección.
La unidad obrera
La U.S.A. es la coronación del esfuerzo unionista del proletariado de la Argentina; no podía sin traicionar su propio origen, sus propios principios, tolerar pasivamente nuevas deserciones favorables sólo a los deseos de la clase capitalista.
Nadie ha podido con razones valederas oponerse a esta honda aspiración de homogeneidad en la lucha, puesto que sin ella, es punto menos que imposible la obtención de mejoras y, por consiguiente, la transformación total del régimen a que aspira la clase trabajadora.
Todos los triunfos obreros están alimentados por esa unión moral y material de los asalariados, que la U.S.A. se empeña en extender a todos los ámbitos del país, a fin de poder presentar filas compactas cuando las circunstancias violentas a que nos conduce la acción del capitalismo lo exijan.
La separación crea el desconocimiento; los que se desconocen no tienen probabilidades de triunfar en sus propósitos comunes. Lejos de dividir, pues, a los trabajadores, es preciso hermanarlos cada vez más fuertemente, más profundamente, para que del conocimiento recíproco nazca la confianza mutua y de ésta la fuerza indispensable para abatir el enemigo histórico.
El sofisma
El sofisma es la piedra angular de toda la argumentación divisionista; tras él se esconde el propósito real que se persigue, que no es el de favorecer al conjunto de los asalariados sino a aquellos que tienen identidad de pensamiento y que se han prefijado una conducta social y pretenden imponerla aún a trueque de lesionar gravemente los intereses colectivos que son siempre superiores al interés particular de los partidos y fracciones.
Y la organización obrera, ni en la Argentina ni en ninguna parte ha nacido para sirviente de las distintas escuelas políticas, porque ella tiene asignada rectamente cuál es su propia misión; la misión histórica de destronar a la burguesía para suplantarla creando una sociedad de libres productores.
Aún cuando haya divergencia de pensamiento o distintas interpretaciones con respecto a lo que debe hacerse una vez libre de la oprobiosa esclavitud capitalista, lo que menos corresponde es distanciar a ésta, creando en su seno antagonismos que la tornarían impotente para cumplir su propio destino.
Porque hay que convencerse definitivamente, que las organizaciones obreras constituyen el elemento esencial para el logro de los anhelos emancipadores que se buscan.
El sofisma de los enemigos de la unidad consiste en los atributos que conceden a las distintas fracciones cuando las presentan como superiores unas a otras o más capaces para cumplir individualmente lo que, como hemos dicho, corresponde a la organización de la clase.
Las finalidades
Las finalidades han sido el pretexto de todos los descontentos sectarios e incapaces, para escindir los cuadros de la organización procurando satisfacer sus particulares puntos de mira, olvidando que la organización al entablar combate al capitalismo y al Estado se crea de hecho la obligación de no reincidir en la instauración de nuevos regímenes basados en el privilegio económico y en la desigualdad política.
Esto constituye de por sí una finalidad; la finalidad natural de la organización obrera, la que nace como consecuencia lógica de su desconocimiento y repudio de todo sistema basado en la injusticia.
Y es preciso abogar, pues, para que todos los trabajadores reconozcan esa finalidad natural y sepan respetarla, observando una conducta que asegure la permanencia de esa lógica aspiración que sintetiza los anhelos libertarios de todos los que son irreductibles enemigos del capitalismo.
Mayorías y minorías
Las mayorías y minorías dentro de la organización obrera no son nunca permanentes, lo que asegura la posibilidad de continuas rectificaciones de acuerdo a las alternativas beneficiosas o inconvenientes en que se desenvuelve la organización.
Si se hiciera norma el aceptar la premisa de que aquellos que no están de acuerdo con las resoluciones adoptadas en las asambleas o congresos por la mayoría, tienen el perfecto derecho de desvincularse de quienes han sancionado disposiciones, se sentaría un precedente funesto, porque ello traería como consecuencia la subdivisión de los sindicatos y la destrucción por consiguiente de todo vínculo de afinidad y el caos más desastroso reinaría en las filas obreras.
La nueva central
¿Los que han sido invitados a formar una nueva central alegando no estar de acuerdo con las normas de conducta y enunciados sancionados en los congresos de la U.S.A. constituyen mayoría o minoría dentro del proletariado nacional? Si son mayoría mal hacen en crear una nueva central, pues sus fuerzas bastan para corregir los supuestos defectos de la Central Unionista. En vano se pretextará alegar sinceridad de propósitos cuando se deshecha la oportunidad de intervenir como fuerza directriz en todo lo que a la organización en general se refiere. ¿Son minoría? Pues respétense las resoluciones de la mayoría y no se pretenda crear un nuevo organismo en el que fatalmente habrá minorías a las que habrá que respetarles a su vez el derecho de constituirse en nuevas centrales, de acuerdo al estrambótico criterio de los nuevos portavoces de la división y la discordia proletaria.
Sectarismo
Si colocadas las cosas en el terreno de la razón y de la lógica; si expuestos los perjuicios que acarrea la formación de la nueva entidad, los gestores de la misma se mantienen en la negativa de incorporarse al seno de la Central Unionista, no hay más remedio que buscar en otra razón oculta el origen de este funesto proyecto eminentemente divisionista.
El Partido Socialista por intermedio del “Comité Socialista Gremial”, desoyendo los llamados razonables y sobre todo sinceros de la U.S.A., ha hecho públicas exhortaciones a objeto de conseguir la colaboración, no ya del proletariado organizado, sino de los socialistas, lo que probaría terminantemente que entra en los cálculos de los autores del descabellado proyecto la satisfacción de un fin sectario, cual sería el de favorecer las directivas del Partido Socialista y el de tener a su servicio una fuerza factible de convertirse oportunamente en un factor de triunfo electoral.
En conclusión
De lo expuesto, que es la verdad, se deduce la necesidad imperiosa que hay de oponerse irreductible mente a los propósitos divisionistas del Partido Socialista. El principio de unidad entre todos los explotados ampliamente garantizados en la carta orgánica de la U.S.A. asegura la reciprocidad de deberes y coloca a los trabajadores en un terreno favorable al triunfo de la causa emancipadora que persigue.
Trabajadores de todos los oficios, de todas las tendencias, oponeos con tenacidad a la división y a todo aquello que tienda a comprometer el porvenir de nuestra clase.
La Unión Sindical Argentina confía en la decidida cooperación de todos a fin de impedir la anunciada escisión para ver en su próximo congreso a toda la familia obrera reunida vitoreando el triunfo de la unidad por encima de todas las pasiones y de todos los sectarismos.
¡Viva la unidad obrera!
¡Viva la Unión Sindical Argentina!
EL COMITE CENTRAL