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A.M. Gittlitz. I Want to Believe. Posadism, UFOs, and Apocalypse Communism.
Londres: Pluto Press, 2020.
xi, 249 páginas.
Nacido en 1912 en un barrio proletario de Buenos Aires como hijo de inmigrantes italianos, Homero Cristalli no era tan diferente de muchos otros hijos de familias obreras de la Argentina de principios del siglo XX. Sin embargo, tuvo una vida extraordinaria: jugó al fútbol en la primera división de su país, participó en huelgas masivas como organizador sindical, creó las primeras secciones latinoamericanas de la IV Internacional trotskista y se convirtió en el líder de una red internacional sectaria de grupos políticos que llevaban su nombre y eran conocidos por su interés en la ufología y su obsesión por el apocalipsis nuclear. Acabó su vida en una casa comunal a las afueras de Roma, rodeado de una corte de seguidores e ideando medios para comunicarse con los delfines con el fin de educar a su hija recién nacida.
No cabe duda de que una historia así merece ser contada, y de hecho es bastante sorprendente que nadie lo haya hecho antes que A.M. Gittlitz, periodista estadounidense que emprende esta empresa en un libro recientemente publicado por Pluto Press. I Want to Believe es una obra excelente que interesará por igual a activistas, historiadores académicos de la izquierda y al público en general, ya que el autor consigue hábilmente poner en antecedentes los acontecimientos históricos y evita la jerga oscura. A partir de diversas fuentes, como bibliografía secundaria, publicaciones del partido, oscuras entradas de blog, entrevistas personales y archivos ubicados en instituciones de todo el mundo, Gittlitz ofrece al lector una biografía política tanto de Homero Cristalli como de «J. Posadas», el nombre acuñado como firma colectiva para textos escritos por varios miembros de su grupo que acabó convirtiéndose en el alias de Cristalli y en la marca de su propia rama de la Cuarta Internacional. Al contar la historia tanto del hombre como del movimiento, I Want to Believe se convierte en un ejercicio de biografía política e historia social que merece la pena leer. También representa un importante aporte al creciente campo de la historiografía obrera en Argentina, aunque el libro incluye un lamentable número de erratas al proporcionar citas, nombres y títulos en español.
Cristalli conoció los primeros grupos trotskistas a finales de los años treinta, cuando militaba en la izquierda del Partido Socialista. Acogido como uno de los pocos simpatizantes de origen obrero en un minúsculo movimiento dominado por intelectuales, su participación en una importante huelga en la provincia de Córdoba, en 1937, contribuyó aún más a su popularidad. En los años siguientes, Cristalli se convirtió en el principal organizador del Grupo Cuarta Internacional (GCI) y se esforzó por lograr el reconocimiento de la dirección de la Cuarta Internacional en Europa. Lo consiguió en 1951, cuando el Tercer Congreso Mundial reconoció al GCI como sección oficial en Argentina y al Buró Latinoamericano (BLA), dirigido por él mismo, como principal autoridad en el continente. Cristalli se alineó aún más con Michel Pablo cuando la Internacional se escindió en 1953, y durante el resto de esa década el BLA y sus partidos siguieron siendo el bastión del pablismo en América Latina. A principios de los 60, cuando Pablo fue encarcelado y los dirigentes de la Internacional intentaron reunificar los grupos que se habían escindido en la década anterior, Cristalli dio un paso adelante y rompió con ellos. En abril de 1962, organizó un congreso mundial y creó su propia Cuarta Internacional: la Posadista.
El libro explora a continuación el desarrollo de los grupos posadistas en toda América Latina, centrándose en los casos de Brasil, Cuba, México y Guatemala. Aunque seguían siendo pequeños y estaban bastante aislados, los posadistas adquirieron cierta influencia, hasta el punto de que el propio Fidel Castro atacó a Posadas en un famoso discurso pronunciado en el Congreso Tricontinental de enero de 1966. El relato de Gittlitz muestra, sin embargo, que el grupo asumía cada vez más los rasgos de una secta. Su comportamiento tenía que seguir un código de «moral revolucionaria», que prohibía el consumo de drogas y alcohol e insistía en que las relaciones sexuales no procreadoras eran un tabú -incluso en el caso de las parejas casadas, la decisión de tener hijos tenía que ser aprobada por el partido. El aborto estaba estrictamente prohibido, y la homosexualidad se consideraba una degeneración capitalista y estaba totalmente prohibida. La autoridad personal de Cristalli se convirtió en una especie de culto: «¡Viva Posadas!» se convirtió en una frase obligatoria después de cada uno de sus discursos.
Aún así, Gittlitz señala que «el posadismo era parecido a la mayoría de los demás grupos trotskistas […] el culto a la personalidad, el abuso de los militantes, el rabioso antiimperialismo, la paranoia, el zigzagueo extremo y el catastrofismo eran rasgos más o menos presentes en casi todas las demás tendencias» (p. 110). Las cosas cambiarían, sin embargo, a mediados de la década de 1960, cuando los posadistas abrazaron la cuestión de la ufología. Evitando las caricaturas y las burlas, Gittlitz se sumerge en esta evolución y sostiene, citando a un antiguo militante, que Cristalli no estaba interesado en convertir el movimiento en un culto a los ovnis, sino que pronunció un discurso en el congreso de 1967 para cerrar la cuestión que uno de sus acólitos, Dante Minazolli, había impulsado con tanta insistencia. Cualesquiera que fueran sus intenciones, sin embargo, el discurso se publicó un año después (¡en la primavera de 1968!) bajo el título «Platos voladores, el proceso de la materia y la energía, la ciencia, la lucha revolucionaria y obrera y el futuro socialista de la humanidad», convirtiéndose en el texto de Posadas más famoso de su historia.
1968 fue también un punto de inflexión en la historia del grupo porque la policía encarceló a toda la dirección de la Internacional Posadista, incluido Cristalli, durante una reunión en las afueras de Montevideo. Tras varios intentos de ser deportados a Chile o Argentina, Posadas y su círculo encontraron finalmente asilo en Italia, gracias a la intervención del Partido Comunista Italiano. Cristalli pasó el resto de su vida en Europa: basándose en testimonios de antiguos militantes, Gittlitz explica que consiguió reunir el dinero suficiente «para establecer su propio recinto al estilo de Coyoacán en las colinas volcánicas de Alban, al sur de la ciudad», con su vieja guardia viviendo en otro recinto comunal en Roma (p. 127). A mediados de la década de 1970, sostiene Gittlitz, el posadismo se había convertido en «un experimento de comunismo viviente en su microcosmos de la Villa» (p. 147).
Tras la muerte de Cristalli, en mayo de 1981, su movimiento se disipó gradualmente. Algunas secciones permanecieron activas y acabaron encontrando un nuevo líder en el hijo de Posadas, León Cristalli. Una parte importante de esta «corte» tardía permaneció fiel a la tradición clandestina del posadismo en los años posteriores a la muerte de Cristalli, y se negó a ser entrevistada por Gittlitz en la preparación del libro. Hoy en día, la corriente es casi inexistente, aparte de algunos oscuros sitios web y publicaciones. En términos políticos, apoyan abiertamente a los regímenes nacionalistas, Rusia, Venezuela y Cuba, e incluso a Donald Trump, cuya victoria en 2016 fue vista como una «revuelta de la clase obrera contra una oligarquía imperialista tradicional» (p. 164).
Homero Cristalli pertenecía a la primera generación de trotskistas que dirigió el movimiento tras el asesinato de Trotsky. Al igual que Pierre Frank (nacido en 1905), Michael Pablo (1911) y Ted Grant (1913), era algo mayor que la generación nacida en la década de 1920, que incluía a Pierre Lambert, Guillermo Lora, Ernest Mandel, Livio Maitán y Nahuel Moreno. Cristalli se destacó por algunos rasgos peculiares de su biografía: comenzó a trabajar desde muy joven, primero como metalúrgico y luego como pintor, y nunca siguió estudios formales. De personalidad extravagante y atractiva, desarrolló talento tanto para cantar tangos como para jugar al fútbol, llegando incluso a la primera división del país, jugando para Estudiantes de la Plata en 1928 y 1929.
Al prestar atención a estos aspectos de la vida de Cristalli, Gittlitz aporta importantes elementos para comprender la historia del trotskismo, un incansable movimiento de abnegados militantes que, en la mayoría de los casos, tuvo que luchar contra comportamientos sectarios y un penoso aislamiento de la masa obrera. El autor señala que el origen obrero de Cristalli, así como su carácter y sus habilidades futbolísticas -tanto el tango como el fútbol se convertirían en una especie de ritual entre las filas posadistas- tuvieron una influencia duradera en los años venideros y ayudan a explicar gran parte de su atractivo. «La mística de Posadas, descubrieron pronto los líderes de la Internacional, era su mejor herramienta de reclutamiento. […] Era una estrella del fútbol y un trabajador manual, trágicamente marginado por la desfiguración industrial y obligado a una vida de militancia a tiempo completo». (p. 80) Estos rasgos de su biografía y su personalidad también ayudan a explicar cómo consiguió atraer a algunos de sus cuadros más importantes, como Adolfo Gilly y Guillermo Almeyra. Gittlitz sostiene que, para ellos, «la extrañeza de Posadas valía la pena por su intuición obrera, su capacidad de motivación, su organización incansable y su absorción de las posiciones de sus intelectuales» (p. 138).
El autor también realiza una importante contribución al situar la excentricidad de Posadas en el contexto más amplio de los años cincuenta y sesenta, cuando tanto la posibilidad de un apocalipsis nuclear como el interés por la ufología y la carrera espacial estaban realmente muy extendidos. Gittlitz señala acertadamente que el apogeo de la influencia política de Posadas «se solapó con el periodo más ardiente de la carrera espacial» (p. 10).
Tanto en la introducción como en la conclusión de su libro, Gittlitz -cuyo nombre de pila, al igual que el de J. Posadas, sigue siendo un completo misterio para el lector- parece sugerir que hay algo más que ironía en la reciente revalorización del posadismo a través de memes y chistes, a saber, el atractivo de las perspectivas apocalípticas en una época de crisis y catástrofe climática. Incluso si uno no está dispuesto a ir tan lejos, merece la pena celebrar la idea que impulsó al autor a escribir un libro útil que arroja luz sobre la historia de las ideas y movimientos revolucionarios en el siglo XX.
Lucas Poy
International Review of Social History, vol. 66, n° 1, abril 2021, pp. 138-141.
Contents
Introduction
PART I
THE TRAGIC CENTURY
1 – Commentaries on the Infancy of Comrade Posadas
2 – Revolutionary Youth or Patriotic Youth?
3 – The Death Throes of Capitalism
4 – The Origins of Posadism
5 – Where are we Going?
PART II
THE POSADIST FOURTH INTERNATIONAL
6 – The Flying International
7 – The Role of Anti-Imperialist and Revolutionary Militants, the Role of Trotskyists, the Program, and Tasks During and After the Atomic War
8 – The Macabre Farce of the Supposed Death of Guevara
9 – Flying Saucers, the Process of Matter and Energy, Science, the Revolutionary and Working-Class Struggle, and the Socialist Future of Mankind
10 – The Accident
11 – Hombrecitos
12 – Volver
13 – What Exists Cannot Be True
14 – Arrival of Comrade Homerita to the House
PART III
NEO-POSADISM
15 – Historical Sincerity
16 – Why Don’t Extraterrestrials Make Public Contact?
17 – UFOs to the People
18 – On the Function of the Joke and Irony in History