AO

ARCHIVO OBRERO

Carta de París a Madrid (4/7/1886)

Publicada en El Socialista n° 18, Madrid, 9 de julio de 1886, pp. 2-3.

CARTA DE FRANCIA

París, 4 de julio de 1886.

Intencionadamente hice caso omiso en mi carta anterior del Congreso regional organizado por la Unión federativa del Centro y que terminó sus tareas el lunes último. La Unión federativa ha sido, desde que se fundó, un elemento de discordia, introduciendo y manteniendo la división en las filas del Partido Socialista Obrero. Hasta ahora, ésta era la única agrupación obrera que había cerrado constantemente sus oídos a los gritos de unión que salen de todos los confines del campo revolucionario. Por eso quería ver, antes de ocuparme de ellos, cuál sería la conducta de los organizadores del Congreso regional. Justo es que reconozca que han variado de rumbo, y si bien no se han pronunciado todavía por la deseada unión, lo han hecho implícitamente, abriendo las puertas del Congreso a la representación de todos los grupos y fracciones obreras.

Componíase el Congreso de delegados de 111 Cámaras sindicales o Círculos de estudios sociales. La Aglomeración Parisiense se hallaba representada por tres de sus grupos en las personas de los ciudadanos Dereure, Boulet y Josselín, Blanck, Henri y Lefévre.

Tres cuestiones estaban a la orden del día: Consejos de prud’hommes (jurados mixtos), Artículos 414 y 415 del Código penal (relativos a las huelgas) y Bolsa del Trabajo.

Sobre la primera cuestión, los ciudadanos Dereure, Boulet y Josselín, representantes de la Biblioteca, presentaron la resolución siguiente:

«De la legislación pasada, presente y futura sobre los consejos de prud’hommes, el Círculo de la Biblioteca socialista del Partido Obrero sólo tratará un punto: la situación insostenible creada a los prud’hommes obreros que deben invertir gratuitamente su tiempo y que se hallan expuestos a ver para ellos cerradas las puertas de los talleres de los patronos contra quienes hayan tenido que pronunciarse.

«La primera condición de un juez, y los prud’hommes son jueces, es la independencia. No hay derecho a colocar a un magistrado electo entre su conciencia y su pan.

«El Círculo de la Biblioteca socialista opina, pues, por la introducción, en la nueva ley, de los dos artículos siguientes:

«Artículo 1.° Las funciones de consejero pru’homme obrero serán retribuidas.

«Art. 2.° Esta indemnización deberá ser equivalente al salario medio del oficio a que pertenezca el elegido.»

Sobre la segunda cuestión, los ciudadanos Blanch, Henri y Lefévre, representantes del Círculo colectivista del distrito XIV, dictaminaron como sigue:

«La emancipación obrera, cuya condición ineludible es la apropiación social de los medios de producción, no puede salir ni de la coalición ni de las huelgas, por libres que estas sean.

«Pero coalición y huelga son hoy las únicas armas de que disponen los asalariados para la defensa de su pan y del pan de sus familias. Por el daño que pueden causar a los patronos, protegen en cierto modo a los trabajadores contra una explotación que, sin ellas, no conocería límites.

«Por otra parte, las coaliciones y las huelgas dan a los trabajadores conciencia de sus intereses de clase, y les indican dónde está el enemigo, les enseñan a entenderse y concertarse para una acción común, e introducen la disciplina en sus filas. En tal concepto, cuando no se abandonan al acaso, las huelgas preparan las vías de la revolución.

«El deber del Partido Socialista consiste, pues, en desembarazar su campo de acción de todas las trabas, de todos los lazos que ha acumulado la legislación burguesa, principiando por los artículos 414 y 415 del Código penal, que constituyen verdaderas medidas excepcionales.

«Dichos artículos, que penan con 3.000 francos de multa, con tres años de cárcel y hasta con la vigilancia de la alta policía a los obreros que cumplen con su deber, en tanto que el artículo 416, que amenaza a los patronos, sin castigarlos jamás, no llega como penalidad arriba de 300 francos de multa y tres meses de prisión, bastarían para establecer que la clase proletaria está fuera, si no de la ley, del derecho común.

«El Círculo colectivista revolucionario del distrito XIV opina por la abrogación de dichos artículos, la cual ha sido propuesta a la Cámara por los diputados socialistas Basly, Camélinat y Boyer.»

Sobre la tercera cuestión, en nombre de la Biblioteca socialista presentóse una moción concebida en los términos siguientes:

«Del mismo modo que la máquina, que el vapor y todos los «progresos», bajo el régimen burgués, la Bolsa del Trabajo servirá a la clase y a los intereses capitalistas.

«Permitirá a los patronos o consumidores de carne obrera estar al corriente, por decirlo así, día por día, del estado del trabajo, de introducir de una manera segura reducciones de salarios.

«Pero del mismo modo que la máquina, el vapor, etcétera, la Bolsa del Trabajo aglomerará a los trabajadores, y será un nuevo elemento de concentración obrera; y sólo en este concepto se impone a la aceptación de los socialistas.

«Tendrá además otra ventaja: la de dar al Proletariado la medida general de los paros forzosos que lo diezman y que irán siempre en aumento. Y al contarse los hambrientos, adquirirán, a la vez que la conciencia de su fuerza, la voluntad de ponerla al servicio de su derecho a vivir.

«El Círculo de la Biblioteca socialista opina, pues:

«1.° Por el establecimiento de una Bolsa de Trabajo.

«2.° Por que dicha Bolsa sea única en París, mientras llega el tiempo en que pueda ponerse en contacto con todos los centros obreros de Francia.»

Las anteriores resoluciones fueron adoptadas, con ligeras variaciones, por el Congreso regional del Centro, que concluyó sus tareas reivindicando una vez más la jornada de ocho horas.

* * *

Excuso manifestar que todas estas medidas, que podríamos llamar preparatorias, todas estas obras de avance hacia la fortaleza enemiga, me parecen buenas y útiles, pero con una condición: que una vez alcanzadas, si se alcanzan, no sirvan de pretexto para desarmar, antes por el contrario, que de ellas se saquen nuevas armas para la lucha contra la sociedad capitalista.

Pero ¿se decidirá la clase gobernante a entrar en el camino de las concesiones? ¿Los Consejos de prud’hommes o jurados mixtos cesarán de ser lo que son hoy, lo que son todas las instituciones de la burguesía, una ilusión o una emboscada para la clase obrera? ¿Se abolirán los artículos 414 y 415 del Código penal, que hacen de la huelga una lucha desigual, leonina? ¿Se establecerá la Bolsa del Trabajo en las condiciones que piden los socialistas? ¿Se concederá, por último, la más importante, la más trascendental de las reformas que solicitan nuestros amigos, la jornada de ocho horas?

Séame permitido ponerlo en duda; un ejemplo reciente viene a confirmar mis temores y a dar la medida de lo que aun la fracción más avanzada de la burguesía es capaz cuando se trata de la suerte y podría decirse de la vida de los trabajadores.

Tratábase del proyecto de construcción de un ferrocarril llamado metropolitano, que debe atravesar la capital en distintas direcciones, el cual proyecto se hallaba sometido a la deliberación del Ayuntamiento de París, que, como deben saber, se compone en su gran mayoría de la flor y nata del radicalismo, autonomismo y socialismo… color de rosa. Debiendo contribuir la ciudad con 2.500.000 francos a la construcción de tan importantes obras, el Consejo municipal tenía naturalmente derecho a modificar el proyecto del Gobierno y a introducir en él ciertas condiciones; lo que no dejó de hacer, exigiendo, después de larguísimos debates, varias modificaciones en el trazado y en el género de las vías.

Hasta aquí todo había ido bien; se trataba de intereses capitalistas de tal o cuál índole, más claro, de que todo el mundo pudiera «hacer negocio», incluso los ciudadanos concejales, y era fácil ponerse de acuerdo; pero llega el turno a los intereses de los trabajadores de París, de estos buenos trabajadores que tanta fe han manifestado hasta ahora en el socialismo de los radicales.

Nuestro amigo Vaillant había presentado una enmienda que firmaban al mismo tiempo Joffrin y Chabert, concebida en estos términos:

«Los obreros y empleados en el ferrocarril desempeñarán un trabajo que no podrá exceder de ocho horas diarias, con un salario basado en el costo de las subsistencias necesarias para París, costo que determinarán los Sindicatos obreros.»

En una palabra, lo que proponían los concejales socialistas al Ayuntamiento radical y autonomista de París es que garantizase a sus electores, a los obreros parisienses, contra la desenfrenada explotación de contratistas, maestros de obras y otras aves de presa. Lo que pedían era la aplicación de los precios de la serie, la prohibición del marchandage (abolido, sin embargo, por una ley) y la reducción de la jornada de trabajo a ocho horas, mejora tan generosamente otorgada… en los programas electorales. Pero estas condiciones, indispensables a la vida del obrero de París, si no ha de continuar siendo el más miserable de los parias, simple máquina de votar, había de mermar por ende los sacrosantos provechos capitalistas, y ante tan elevada consideración, la mayoría de nuestro Ayuntamiento no ha vacilado un minuto.

Por 43 votos contra 16, la proposición do Vaillant, Joffrin y Chabert ha sido rechazada.

En vano Vaillant presentó la cuestión con una claridad sorprendente, haciendo ver que lo que se trataba de saber era «si los obreros debían ser entregados atados de pies y manos a la especulación, al trabajo y a la miseria» o «si el Ayuntamiento tomaría su defensa». «Me parece imposible, exclamaba, que os atreváis a declarar que sólo os preocupan los intereses del capital y de los capitalistas, negándoos a insertar en el proyecto que se discute las condiciones que os proponemos, es decir, que los trabajadores hallaran en las obras del ferrocarril metropolitano los medios de vivir que la higiene y la humanidad hacen necesarios.»

Este llamamiento a sus deberes para con sus electores obreros no fue oído por los radicales del Consejo municipal. Estos señores se negaron, por una mayoría de 27 votos, a reducir a ocho horas la jornada de trabajo, a dar fuerza de ley a la serie oficial de los precios de la villa y a prohibir el marchandage.

Las obras del metropolitano se empezarán, pues, en breve tiempo. El oro correrá abundante para los contratistas, maestros de obras y otros tratantes de esclavos blancos y para los concejales que los sostienen. En cuanto a los trabajadores, continuarán muriendo lentamente de un jornal insignificante y de un trabajo ilimitado.

Sírvales este hecho escandaloso de severa lección.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *