Publicada en El Socialista n° 19, Madrid, 16 de julio de 1886, pp. 2-3.
CARTA DE SUIZA
Zúrich, 20 de junio de 1886.
La reacción ha aparecido en nuestra vieja república democrática. La lucha de clases, que no existe, según los radicales, manifiéstase en Suiza, y especialmente en este cantón, que es el más democrático de todos, del mismo modo que en la monárquica Alemania o en la despótica Rusia.
La forma de gobierno, ya sea republicana aristocrática o democrática, ya monárquica o despótica, no impide la explotación capitalista en alto grado, porque todos los gobiernos, sea la que quiera la forma que revistan, no tienen otro objeto que proteger la explotación.
Probablemente sabréis que los obreros cerrajeros están en huelga hace seis semanas, huelga que tiene por objeto la consecución de una jornada normal de diez horas. La huelga marchaba do una manera pacífica, pues hasta el jefe de la policía en Zúrich había dicho a los huelguistas que estaban en su derecho al hacer la propaganda de sus reivindicaciones; pero no contaba dicho jefe con los patronos, que demostraron a la policía lo contrario, obligándola a cumplir con su deber de atropellar a los huelguistas. A este efecto mandó el jefe de la policía fijar un ukase prohibiendo toda clase de propaganda so pena de ser castigados los infractores.
Como veis, el ejemplo de nuestra vecina Alemania, es decir, el ukase del ministro Puttkammer contra las huelgas ha encontrado eco en nuestro democrático gobierno. ¡Qué hermoso cuadro, los demócratas radicales de acuerdo con los hidalguejos prusianos, en contra de las más modestas peticiones de los obreros!
El ukase de Zúrich nos enseña que la policía republicana está bajo el completo dominio de la burguesía, y que cuando se trata de oprimir al trabajador se pisotea la ley y la Constitución.
La policía, una vez promulgado el ukase, se lanzó sobre los grupos obreros, maltrató a éstos y arrestó a todo el que tenía la osadía de protestar contra la brutalidad peculiar a todo polizonte. Los arrestados fueron paseados con las manos atadas por las calles de la ciudad. Naturalmente, esta manera de proceder de los republicanos radicales causó gran indignación, y al saberse la prisión de un obrero, llegó a su último límite y produjo una colisión entre la policía y muchos obreros no huelguistas. La policía, sin hacer intimación alguna, hizo fuego, resultando heridos muchos obreros y dos niños, encontrándose uno de aquéllos, que recibió una bala en el pecho, en gravísimo estado.
Esta agresión de parte de la policía hizo que la indignación llegara a su colmo. Las tropas fueron llamadas a los cuarteles y puestas sobre las armas; reunióse a los zapadores-bomberos armados con sus fusiles Vetterli, y se dio a cada uno diez cartuchos para que hicieran fuego sobre los obreros, fueran o no huelguistas. Por otra parte, la policía seguía haciendo prisiones a diestro y siniestro.
Sin embargo, los obreros organizados no se dejaron intimidar, y las Cámaras sindicales celebraron una gran reunión en una de las más vastas salas de Zúrich para protestar contra los atropellos de la policía y del Gobierno y llevar a los tribunales al jefe de la policía y sus acólitos. El conocido socialista suizo Conzett hizo uso de la palabra, atacando vigorosamente al Gobierno y el ukase de la policía. Una proposición en aquel sentido fue aprobada por unanimidad. Se hizo una colecta para los huelguistas, la cual produjo 144 pesetas. La reunión tomó también los acuerdos siguientes: primero, que en caso de que el obrero herido falleciera, se le enterrará por cuenta de los obreros organizados de Zúrich; segundo, encargar a un abogado la formación de un proceso contra el Gobierno, y tercero, convocar una gran reunión al aire libre para protestar contra la conducta del Gobierno.
Esta reunión ha tenido lugar, así como otras en igual sentido, en Winterthur y Saint-Gall. En la reunión de Winterthur se hizo una colecta de 117 pesetas para los huelguistas.
Los obreros están decididos a continuar sus reclamaciones con energía y a impedir toda intervención del Gobierno entre ellos y los patronos.
Os tendré al corriente del movimiento. — Ed. Leony.