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ARCHIVO OBRERO

Banquete socialista por el aniversario de la Commune (1886)

Crónica publicada en El Socialista n° 3, Madrid, 26 de marzo de 1886, pp. 2-3.

CONMEMORACIÓN POR EL PARTIDO OBRERO, EN MADRID, DEL DECIMOQUINTO ANIVERSARIO DE LA «COMMUNE».

Como en años anteriores, pero esta vez con carácter público y solemne, nuestro Partido ha celebrado la inolvidable jornada del 18 de marzo.

Iniciada esta modestísima fiesta por el Comité local, reuniéronse cincuenta y cinco individuos el jueves de la semana anterior. Más que una demostración innecesaria de fuerzas, el acto tenía por objeto, aparte del motivo principal que lo determinaba, manifestar nuevamente nuestras doctrinas sin sorpresa para nadie, cumpliendo los requisitos legales y desechando ratoniles cobardías, impropias del valor con que deban ser defendidas nuestras aspiraciones.

Buen número de periódicos burgueses, con su reconocida mala fe, y cada uno en proporción del encono con que atacan al socialismo y a los socialistas—encono que en último término agradecemos—han dado cuenta del acto que vamos a reseñar tergiversando la verdad de lo manifestado por nuestros amigos. Si así no hubiera sido, nuestro trabajo limitárase a dar cuenta sucinta del banquete; pero atendiendo a que el enemigo, encubierto o descarado, se halla siempre atento para explotar el más pequeño desliz y sacar torcidas consecuencias a nuestras manifestaciones orales, reproduciremos en extracto algunas de las más importantes disertaciones; decimos importantes por lo que significan en labios de zafios obreros que no van buscando ni siquiera una plaza de vigilantes de consumos: defienden sus opiniones como pueden y saben, despreciando las críticas majaderas del periodismo asalariado.

Con presencia de la autoridad gubernativa, de la que no tememos ni las arbitrariedades xiqueniano-burguesas, y después de terminada la frugal comida, dieron comienzo los discursos alusivos a aquel gran acontecimiento festejado hoy por los obreros dedicados a cualquiera de las manifestaciones de la humana actividad.

Empezó el comparare Secretario del Comité, Juan Gómez Crespo, que por práctica legal debía presidir la reunión. He aquí sus palabras:

«Correligionarios: Si el 18 de Marzo es para todos los socialistas día memorable, porque en él dio muestras de entereza el proletariado parisiense en su lucha con la clase capitalista, lo es mucho más para los que militamos en las filas del Partido Obrero, porque aquellos trabajadores se hicieron dueños del poder político, a lo cual también nosotros aspiramos, para desde él realizar por medio de actos esencialmente revolucionarios, la emancipación del cuarto estado.

»Cuando los partidos socialistas, organizados en todas partes, se congregan para conmemorar el primer poder político de la clase obrera, no podíamos permanecer indiferentes los individuos del Comité local del Partido en Madrid. A este efecto, a más de invitaros a este modesto banquete para que expresarais vuestro pensamiento acerca de aquel acto memorable, ha dirigido a nuestros correligionarios de la Aglomeración parisiense del Partido Obrero Francés la comunicación que voy a tener el gusto de leeros.»

Nuestro compañero Gómez Crespo leyó la comunicación publicada en el número anterior, y que no reproducimos por acortar las dimensiones de esta reseña.

Terminada la lectura hizo uso de la palabra nuestro amigo Manuel Diego Abascal, expresándose del siguiente modo:

«Compañeros: Antes de comunicaros parte de mis impresiones y juicios con respecto al solemnísimo motivo que nos ha reunido aquí, no puedo menos de protestar contra el lujo de precauciones que la autoridad toma siempre que tiene noticia de que se reúnen obreros, siquiera sea con un fin muy moral, como lo es siempre, y aun cuando estén perfectamente cumplidas las previas formalidades que exigen las leyes de la burguesía. Y protesto con toda la energía de mi ánimo, no por lo que me importe la influencia moderadora que en nosotros pueda ejercer ese principio de autoridad, sino por el concepto preconcebido que se revela en contra de la clase que aquí representamos, clase que, si inferior en conocimientos llamados científicos, no lo es, ni lo ha sido nunca, en respetos sociales y mucho menos en moralidad.

«Ya lo veis: los obreros se reúnen, se consideran y se guardan toda clase de respetos, y como el motivo de sus reuniones es en todos casos moral en sus principios y en sus fines, jamás resulta sino unidad de miras en lo fundamental, en contraposición a lo que sucede en la mayoría de las reuniones de la otra clase social, en las que, con tan galantes como falsos atavíos de fraternidad, y a excitación del Champagne, brotan enconadas pasiones, hijas del reparto de intereses materiales.

«Constado esto, he de deciros que, no obstante la inferioridad que hasta en el número aparentamos hoy, la diferenciación de clase está ya completamente determinada, y como ella, está también determinado el momento de la desaparición de esa falsa ciencia legislativa, encaminada sólo al sostenimiento de privilegios sociales. He dicho que aparentamos inferioridad, aunque realmente somos superiores en todo. En moralidad nos garantizan los reducidísimos medios que la urdimbre burguesa deja, y todavía muy condicionalmente, a nuestra disposición. En inteligencia tenemos la primitiva, educada por una vida esencialmente práctica, y nunca encenagada por esa ciencia convencional puesta al servicio del comercio de seres humanos. Ciertamente, no debemos envidiar la posesión de esa balumba de papelotes que constituyen la llamada ciencia del Derecho; papelotes que yo individualmente acato a fortiori y desprecio en el fondo. Las ciencias exactas, en todas sus aplicaciones a la mecánica y a las verdaderas necesidades de la vida, nos pertenecen, porque han sido desarrolladas y practicadas por obreros.

«Tenemos, pues, por base la moralidad en nuestras aspiraciones, somos la gran mayoría de la sociedad, tenemos derecho a reintegrarnos de la verdadera ciencia, poseemos la fuerza, no nos falta sino la clave de todos estos factores y en ese momento habrá muerto la burguesía como clase en el mundo entero.

«Permitidme os diga algo respecto a un punto de nuestra conducta para la lucha.

«Como principio de clase debe tenerse tacto de codos hasta el punto de defender sistemáticamente al compañero frente al industrial o ley social que lo explote. Y sólo particularmente, y a espaldas de nuestros verdaderos enemigos, tenemos el deber de indicar a cada uno los yerros que creamos comete en sus procedimientos, a fin de evitar sonrojos y resultados que pudieran perjudicarnos en nuestra marcha.

«Dicho esto, compañeros, réstame brindar por la completa universalización de nuestro ideal, por todos los mártires de esta causa, y muy especialmente por aquellos héroes anónimos que han muerto sin que la Historia tenga para ellos ni una sola línea.»

El compañero Pauly, usando del particular humorismo con que adorna sus peroraciones, imposible de trasladar al lenguaje escrito, por la pérdida de color que sufriría, hizo una breve historia del movimiento del 18 de marzo, y terminó diciendo:

«El mundo está revuelto: la batalla no sé dónde será. Aunque parezca que somos pocos y no disponemos todavía de la fuerza material que nos es necesaria, tengo la gran seguridad de que antes de tres años venceremos.»

Aunque la profecía de nuestro amigo resulte algún tanto exagerada, debe tenerse en cuenta que al hacerla tomaba por fundamento de su afirmación el desarrollo de las ideas socialistas y la gran agitación que los partidarios de éstas están produciendo en todas partes. Además, quién sabe si al cumplirse el centenario (1789-1889) de la transformación de los privilegios reales y nobles en privilegios burgueses, los proletarios descendientes de aquel buen pueblo que ayudó a la burguesía a que se apoderase del poder político—garantía de los monopolios de clase en todas las épocas precedentes—continuarán la obra de sus antepasados, haciendo desaparecer la explotación en todas sus formas.

En forma poética brindó el compañero Jesús Cortés, y aunque el mérito de su improvisada producción sea escaso, con ella reveló una profunda fe en la redención de los modernos esclavos, los asalariados.

Con la modestia propia de su carácter y el natural temor de quien no tiene costumbre de hablar en público, nuestro correligionario Álvaro Ortiz declaró que militaba hacía poco tiempo bajo la bandera del Partido Socialista, al cual ha venido, pasando por la indiferencia que le produjeron los desengaños de la República, desde el campo republicano; pero que su adhesión a las ideas revolucionarias, aunque reciente, era en absoluto resuelta y decidida. En el Programa de nuestro Partido dice haber encontrado un horizonte más vasto y el verdadero camino por donde deben marchar todos los explotados que anhelan la emancipación político-económica de su clase. Terminó brindando a la memoria de los mártires de la Commune y por la unión de los trabajadores de todos los países.

A seguida el ciudadano Lapeyre hizo la apología de la Commune y brindó por los obreros españoles que se acordaban de sus conciudadanos y por el porvenir de la república universal.

Nuestro correligionario Valentín Diego Abascal dirigió a los reunidos las siguientes palabras:

«Compañeros: La fecha que hoy celebramos aquí, y que por todas partes conmemoran los obreros revolucionarios, despierta en mí tal entusiasmo que sólo puede compararse con la pena que después me produce el recordar las innumerables víctimas ametralladas en la semana del 20 mayo por los asesinos directores de la burguesía francesa».

«Mucho han tratado de desfigurar aquella gigantesca lucha los escritores pagados por la burguesía, a fin de que no se conociese lo que fueron las valientes figuras de Varlin, Ferré y otros obreros manuales que formaron la minoría de la Commune; pero los que, como nosotros, saben de qué manera se escribe la Historia, no deben admirarse, pues que harto conocemos de lo que son capaces los eternos mistificadores de los hechos ocurridos siempre que los trabajadores han defendido sus derechos en una única forma.

«Bien seguro que si nosotros dispusiéramos de los medios necesarios para la propagación de nuestras ideas ya habríamos [visto] ahogadas tanta y tanta calumnia como se nos [ilegible]. Pero si hasta hoy hemos carecido de esos recursos, confiad en que muy pronto, mucho más de lo que [creen] nuestros explotadores, habremos realizado tamaña empresa, pues a ello convergen todos los síntomas de unión que entre nuestra clase se dejan sentir en todos los países.

«Tened entendido que los que nos acusan de ser pocos los afiliados al Partido Socialista Obrero, desconocen por completo la rapidez con que nuestras ideas toman asiento en los cerebros obreros.

«De mí sé deciros quo sólo bastó llegar a saber que cuando los almacenes rebosaban de productos industriales y agrícolas era cuando más hambre sentíamos los obreros, es decir, que cuando estábamos descalzos sobraban zapatos, y cuando las sastrerías se hallaban atestadas de ropas íbamos desnudos; sólo me bastó ver la realidad de este fenómeno económico para abrazar la bandera socialista revolucionaria que tremolaba la Internacional, de que hoy es portador el Partido Socialista Obrero.

«Hay todavía quien niega que la Commune de París no tenía ideas cosmopolitas y revolucionarias y que todo fue un movimiento republicano patriótico. No creerá los que tal sostienen: el derribo de la columna de Vendome está para demostrar lo contrario; la supresión del trabajo de noche y otras reformas de esta índole indican también que en aquel primer poder político de la clase trabajadora existían, aunque fuera en minoría, hombres revolucionarios, que más tarde fueron vilmente acuchillados por los criminales defensores de la explotación del hombre por el hombre.

«Así, pues, antes de terminar, os he de recomendar la más estrecha unión, y que en la medida de vuestras fuerzas no dejéis un momento de cooperar a la difusión de los principios que defiende nuestro Partido, partido de clase, que aspira a lo que aspiraba aquella minoría de la Commune: a la abolición de todas las clases sociales y su conversión en una sola de trabajadores que perciban el producto de su trabajo; que después de la unión y de la propaganda no sólo nos contaremos por millares, sino por millones, los afiliados bajo la bandera que simboliza el programa de nuestras aspiraciones.

«Compañeros: Brindo por el pronto y completo triunfo de los obreros mineros de Decazeville, hoy en huelga.

«Brindo por la Revolución social!»

El compañero Iglesias dio término a los discursos diciendo:

[…]

«Son fechas memorables para nosotros la del año 31 en Lyon, donde los trabajadores, azotados por terrible crisis y acosados por espantosa miseria pedían con las armas en la mano vivir trabajando o morir combatiendo; la de junio del 48 en París, en que nuestros camaradas, engañados por la burguesía francesa y faltos de medios de vida, tomaron por divisa el grito de pan o plomo, batiéndose heroicamente por espacio de tres días y matando más generales del ejército francés que perecieron en la guerra franco-prusiana; la del 18 de marzo de 1871, en que se proclamó la Commune. Pero conste que del movimiento de marzo del 71, provocado por el infame Thiers, por ese hombre tan pequeño física y moralmente como gigante en maldad e hipocresía, no celebramos lo que tuvo de burgués, sino su médula, lo que le dio carácter, su sentido socialista. Lo que nosotros conmemoramos hoy no es la idea comunal o federalista, sino lo que pedía el Comité Central, la universalización de la propiedad, la tierra para el agricultor, el instrumento de trabajo para el obrero; lo que celebramos aquí nosotros, que no somos patriotas, es el derribo de la columna de Vendome, que significa la unión y solidaridad de todos los pueblos; la reducción de todos los sueldos al tipo máximo de 24.000 rs.; la supresión del trabajo de noche y la confiscación de los talleres abandonados por los que los detentaban: eso es lo que nosotros celebramos de la Commune.

«Demasiado sabemos que la mayoría de los trabajadores que pelearon por ella no tenían una idea completa que poner en práctica para librarse de su esclavitud; que no sabían, como nosotros sabemos ya, que estando la sociedad compuesta de dos bandos, uno burgués y otro proletario, el poder político de que se apoderaron debía servirles para expropiar y barrar la clase patronal; pero si no comprendían esto, su deseo, su ansia era libertarse del yugo de los explotadores; por eso tomaron las armas; por eso se alzaron; por eso los trabajadores parisienses derramaron su sangre y dieron su vida. Y como sus vidas y su sangre son vidas y sangre nuestra, como nos pertenecen, de ahí que nosotros consideremos la proclamación de la Commune como un hecho glorioso para nuestra clase.

«Pero se equivocarían grandemente los que entendieran que ser partidario de la autonomía de la commune era ser socialista en el sentido que nosotros damos a esta palabra: nada de eso. Mirad el Ayuntamiento de París, compuesto, en su mayoría, de defensores de aquel principio, de republicanos radicales, extraordinariamente radicales, y sin embargo, no resuelven nada de carácter socialista. ¿Sabéis qué ha hecho ese Ayuntamiento, formado de elementos, al parecer, avanzados? Pues rechazar todas las proposiciones, beneficiosas para la clase obrera, que han presentado los concejales socialistas que hay en dicho Municipio. Si con motivo de la huelga de Decazeville han votado la cantidad de 10.000 francos para los hijos y mujeres de los mineros huelguistas es porque, vista la agitación que hoy reina a causa de la huelga existente en aquel punto, si se negaran a votar la cantidad pedida por los concejales del Partido Obrero, podrían exponerse a perder su puesto en el Ayuntamiento en las primeras elecciones que tengan lugar. Es decir, que han votado aquella cantidad bajo la presión del miedo, que es lo que obliga a los burgueses a atender las reclamaciones obreras. Y lo mismo que hacen los radicales del municipio de París y los que capitanea en la Cámara francesa M. Clemenceau, harán los de España, llámense como se llamen. ¿No defienden la propiedad individual de los medios de producción, como la defienden los demás partidos burgueses? Sí. Pues desde el momento que tal hacen son tan enemigos nuestros como los conservadores más recalcitrantes. Para nosotros la cuestión es clara: a un lado los que sostienen la propiedad individual; al otro los que, como los que aquí estamos, quieren transformar los instrumentos de trabajo en propiedad social o común. Los que formen en el segundo grupo serán los que con razón puedan decir que aprecian la Commune de París del mismo modo que la aprecian los socialistas.

«Uno de nuestros compañeros ha dicho que la historia contemporánea no consagra ninguna de sus páginas a la memoria de los héroes sin nombre que pelearon y murieron por la Commune; es cierto; pero si esto les falta, cuentan en cambio con el recuerdo y la admiración de millares de proletarios, que consideran como compromiso sagrado dar cima a la obra por ellos comenzada. ¿Qué nos importa que la historia oficial, la historia burguesa, no se ocupe de ellos, y sí eleve y ponga en las nubes al sanguinario Thiers? Otra historia habrá que rendirá el tributo debido a aquellos valientes, y estigmatizará y condenará como se merece la memoria del que fue su verdugo.

«Compañeros: Si cuando éramos menos conmemorábamos con inmensa satisfacción la fecha inolvidable del 18 de marzo de 1871, hoy, que el número de socialistas en España es considerable, y que para ser una fuerza poderosa no necesitan más que organizarse, debemos conmemorarla con más entusiasmo y alegría.

«¡Gloria, pues, compañeros, a los que en aquella jornada trazaron el sendero de la emancipación obrera! ¡Honor altísimo a los que pelearon y murieron por la gran causa del proletariado! ¡Odio y maldición a sus explotadores y verdugos!

«Otro recuerdo, compañeros. Ahora hace tres años que bajó a la tumba un hombre de extraordinario mérito para nuestra causa: llamóse en vida Carlos Marx y fue el fundador del socialismo científico, el demoledor de las teorías burguesas, el que demostró que el capital era trabajo no pagado, es decir, fruto del robo; el que estampó al frente del credo socialista esta importante verdad: «la emancipación de los trabajadores debe de ser obra de los trabajadores mismos». Que la memoria de tan insigne maestro nos sirva de estímulo para trabajar por las ideas que él predicó y que son las únicas que pueden conducir a la clase desheredada al término de su martirio.»

El presidente dio por terminado el banque con un ¡viva la emancipación de los trabajadores!, que fue repetido con entusiasmo por todos los concurrentes.

Quizá sea ocioso decir que durante el acto hubo la más estrecha fraternidad entre nuestros amigos, unida a la más expansiva alegría, y que las ideas expresadas por los que hicieron uso de la palabra fueron saludadas con entusiásticos aplausos.

* * *

La importancia del acto que hemos reseñado no queremos nosotros abultarla: nos basta con hacer constar que la burguesía y sus órganos más caracterizados le han dado una significación trascendental.

Los partidos burgueses, y principalmente los republicanos, lanzan un grito de alarma previendo que las masas obreras que inconscientemente han venido ayudándoles en el juego de su política, se deserten para ir a engrosar las filas del partido defensor de los intereses del trabajo.

Una afirmación tenemos que hacer para terminar. Si por las malas condiciones económicas en que se hallan los asalariados de nuestro Partido, la fiesta no ha sido esta vez tan numerosa como deseáramos, ocasiones vendrán en que se vea claramente cómo ha tomado el socialismo carta de naturaleza en Madrid, con una importancia superior a la que muchos creen.

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